Tan frio y yermo yacía en la cama nuestro amor. El cuarto de paredes azules y lunares hablaba de una muerte por silencio. Le puse el espejo a su boca y solo vi en él,  el reflejo de un vacio que se prolongaba en el tiempo. En puntillas, lentamente como no queriendo molestar  al cuerpo inerte, me retire de la habitación. Me pregunte porque no había un dolor intenso. La calle vacía, de paredes grises parecía indetenible y yo no encontraba mi lugar. Poco a poco me di cuenta que no había a quien llamar o con quien compartir el cielo y sus estrellas. Pensé, todo tiene una razón y en ese instante me senti que tenía hambre; la vida continua.

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